Como todas las especies que hemos triunfado en la lucha por la supervivencia, los seres humanos hemos desarrollado unas pautas de comportamiento condicionadas directamente por el entorno que nos rodea. Uno de los factores que condiciona nuestras rutinas es la luz solar y, al igual que el búho duerme durante el día, nosotros preferimos la oscuridad de la noche para descansar. El conjunto de cambios conductuales, mentales y físicos que experimentamos los seres humanos a lo largo de un día se denominan ciclos circadianos, y estos pueden verse alterados si la luz recibida no se asemeja a la solar en la misma franja horaria.
El desarrollo de las sociedades modernas ha conducido a las personas a pasar largos períodos de tiempo en interiores. Despiertan en sus casas, acuden al trabajo (en coche), luego quedan para cenar con amigos en un restaurante y vuelven a su hogar para descansar. Cada espacio interior tiene una luz artificial, con una temperatura de color que, generalmente, no coincide con la luz solar a esa hora concreta, y que no se modifica a lo largo del día. De esta forma, a las 20:00h se puede encontrar una iluminación en un espacio interior similar a la de la luz del día en plena mañana. Estas alteraciones lumínicas provocan trastornos en los ciclos circadianos, con consecuencias como dificultad para conciliar el sueño o bajo rendimiento en el trabajo.
Aunque por las demandas de la sociedad es difícil poner solución a este problema, puesto que nadie quiere comprarse unos vaqueros en una tienda si no es capaz de verlos adecuadamente, o de cenar en un restaurante con la familia a oscuras, es deber de los interioristas tratar de mejorar esta situación en la medida de lo posible. La mejor respuesta para esto es la iluminación circadiana que, según la página web de Endesa, «consiste en imitar con luz artificial en interiores la luz solar que hay en ese mismo momento en exteriores».
A continuación, se presenta una imagen en la que se pueden ver distintos grados de temperatura de color relacionados con las actividades que se pueden desarrollar de forma óptima.
Viendo este gráfico se puede extraer una conclusión muy clara. Para trabajar o realizar tareas que requieren fijar la vista como estudiar o cocinar es recomendable una luz fría, similar a la de la mañana temprana. En cambio, para relajarse, es más adecuada una luz cálida, más parecida a la de un atardecer.
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